Un día te despiertas y te das cuenta de que la vida no es de color de rosa. Tiene momentos negros, grises y blancos. Los peores no sabría decir cuales son. En momentos negros no ves la luz, no ves la solución a los problemas que te atormentan; en los grises te invade la confusión, una incómoda sensación de la cual muchas veces desconocemos la causa y los blancos, ese color neutral, que representa la soledad, la sensación de libertad que nos ahoga, no sabemos expresar y exteriorizar los sentimientos. Nos quedamos como ensimismados en la realidad y no vemos más allá de nuestras narices, no vemos NADA; lo único que somos capaces de percibir son la desgana, o lo que es lo mismo o similar las ganas de no vivir; la inseguridades del día a día; el decir no puedo más y aquí me quedo.
Desde pequeños nos pintan la vida como algo perfecto, que nos llevará a fácilmente a hacer realidad nuestros sueños; nos la cuentan como si fuera un cuento de princesas, príncipes, sapos, reyes, reinas, caballeros y castillos.
Y resulta que un buen día creces y te asomas a la gran ventana que da a la vida y ves todo con otros ojos.
Te das cuenta de que las princesas son niñas que con tan solo catorce primaveras pasan de jugar con muñecos a “jugar” con niños de verdad; reflexionas y ves que los príncipes son niños que se meten en mundos equivocados de los cuales es muy difícil salir; los sapos son chavales que se aprovechan de princesitas inocentes y se dan a la fuga después de haber llevado a cabo el robo de la inocencia de estas chicas; los reyes son hombres que maltratan a sus reinas; las reinas son mujeres que se venden en la calle como chuches en una local alimenticio de origen asiático; los caballeros son chavalitos que se dedican a hacer bullying a compañeros y los castillos son cárceles o reformatorios que encierran a todos estos personajes de cuentos de hadas que muestran sus verdaderas caras.
Y así es la vida, solo hay un pequeño porcentaje de gente normal que vive el día a día con cabeza, que vive cada momento en el momento que debe hacerlo, pues para cada momento o cada acción hay una edad, no hay que aparentar más edad de la que no se tiene, porque puedes legar a encontrarte en un callejón sin salida y luego llorarás, pero esas lágrimas no servirán para nada porque las lagrimas no van a rebobinar el tiempo…
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